Siempre luché con la inseguridad. No me sentía suficiente y, por más que intentaba, nunca lograba sentirme bien conmigo misma. Decidí acudir a terapia cristiana porque sentía que necesitaba una guía diferente. Durante las sesiones, aprendí a ver mi valor a través de los ojos de Dios. Su amor incondicional me ayudó a reconocer que no soy lo que el mundo dice de mí, sino que soy amada, aceptada y suficiente en Cristo. Mi vida ha cambiado, ya no vivo buscando la aprobación de los demás, y mi autoestima se ha fortalecido al comprender quién soy realmente."

— Patricia N.

Sufría de ataques de pánico y ansiedad que me dejaban sin aliento, sin esperanza. Me sentía sola, como si nunca pudiera escapar de esa sensación de opresión. Encontré un terapeuta cristiano que me ayudó a ver mi ansiedad desde una perspectiva diferente. Aprendí que Dios está cerca de los quebrantados de corazón y que Él me da la fortaleza para enfrentar cualquier situación. La terapia me enseñó a entregarle mis pensamientos y preocupaciones a Dios, y a confiar en Su control sobre mi vida. Hoy, aunque aún tengo días difíciles, sé que no estoy sola, y la ansiedad ya no me domina."

— Carlos M.

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